El volcán de Fuego y Thomas Gage

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¡Que buena columna de humo está echando el volcán de Fuego!  Desde mi balcón se ve alta y espesa.  En la foto se ve el coloso entre el volcán de Agua, a la izquierda, y el volcán Acatenango, a la derecha.

Fuego es uno de los tres volcanes activos en Guatemala: Pacaya y Santiaguito son los otros dos. Este último, por cierto, ha estado expulsando cenizas recientemente.

El viajero Thomas Gage, en el siglo XVII, describe así su experiencia en Santiago de Guatemala y con el volcán de Fuego: Esta ciudad, que los españoles llaman Santiago de Guatemala, está en un valle de una legua mas o menos de ancho cerrada por grandes montañas. En su largo hacia la costa sur contiene un país vasto y unido que se ensancha un poco más allá de esta ciudad que hasta hoy se  llama Ciudad Vieja, a una legua de Guatemala. A pesar de estar rodeada de montañas cuyas pendientes parecen inclinarse al oriente,sin embargo no molestan puesto que se han construido caminos cómodos y practicables. El camino de México, desde Soconusco y Suchitepequez, se introduce ala ciudad por el noroeste, pero el que pasa por Chiapas atraviesa las montañas. Al occidente, por el mar del sur, el camino está en el valle y es todo llano. Pero al sur y sureste el camino es sobre montañas altas y difíciles. Este camino es el ordinario desde Comayagua, Nicaragua y Golfo Dulce, donde se descargan los buques todos los años. Este es el camino tomado por quienes van a la ciudad por el este. Las dos montañas más vecinas son los volcanes. Uno es llamado volcán de Agua, erroneamente llamado así por los españoles pues “volcán” debe llamarse a las montañas que arrojan fuego, alusión al dios pagano cuyo empleo ordinario estaba en el fuego. La otra montaña sí es de las que arrojan fuego. Estas famosas montañas están situadas frente una a la otra a cada lado del valle. La montaña de agua es de aspecto agradable, verde y cubierta de sementeras de maíz o trigo de India. Nace de él:  fuentes, jardines, frutas y flores, junto al bello aspecto de sus verdes costas, serian suficiente materia para un genio como el de Marcial para figurar un segundo Parnaso descubriendo las trazas del Pegaso, y hacer versos en loor de las ninfas y musas de aquel delicioso lugar de la América, que por lo menos tiene tres leguas de alto. La otra montaña (volcán) que está al frente es espantosa y desagradable, cubierta de cenizas, piedras y guijarros calcinados, estéril. No se oye más que el ruido del trueno, ardiendo fuego y azufre y llenando el aire de mortales y pestíferos olores. Así Guatemala está entre un paraíso y un infierno. El ruido es variable, pero mayor en verano que en invierno (desde octubre hasta abril)Por tres años antes de llegar yo a aquella ciudad, los habitantes abandonaron sus casas por espacio de nueve días por temor a los repetidos temblores y se retiraron a la plaza del mercado bajo tiendas y barracas a donde hicieron transportar las imágenes de los santos y entre otras la de San Sebastián, que también llevaron en procesión dentro de la ciudad.En el tiempo que estuve allí, el ruido de la montaña, el humo y las llamas, y los temblores de tierra en verano fueron tales, que cuando ya me acostumbré con el tiempo, califiqué a esta ciudad por el lugar más ameno y agradable que yo había visto en todos mis viajes.

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