En la Guatemala soñolienta del siglo XIX y principios del XX se acostumbraba montar un altar en el que se depositaba el cuerpo del niño fallecido en los brazos de la imagen de un ángel. Luego se tomaba una fotografía y se llevaba el difuntito al cementerio. En mi casa hay fotos de la tumba floreada de una de mis tatarabuelas y había fotos del cortejo fúnebre de uno de mis abuelos.
Claudio R. Negrete escribió un libro que se titula Necromanía, historia de una pasión argentina. En él cuenta que en tiempos anteriores a la Revolución de Mayo ya se practicaban excesos increíbles con la muerte, como dejar expuestos los muertos indigentes con una lata a un lado para que la gente pusiera su limosna y se reuniera la suma suficiente para darles sepultura. Después sucedería la común costumbre de dejar en lugares públicos los cuerpos de los ahorcados, o pasear las cabezas de los asesinados, llevadas como trofeos, o el periplo del cadáver de Juan Lavalle pudriéndose, que inspiraría al Sabato de “Sobre héroes y tumbas”. Una sucesión de hechos siniestros que llevan hasta los hechos más recientes, como la momificación y profanación y ocultamiento del cuerpo de Eva Perón; o el de Perón mismo, cuyo homenaje póstumo fue en medio de un tiroteo y mutilación del cadáver.
Sigue Negrete: De “los músculos del cuello de Alicia Muñiz que fueron robados para que no se culpara a Carlos Monzón de haberla asesinado” al robo del corazón momificado de Fray Mamerto Esquiú, o a la devoción popular por las tumbas de la Difunta Correa, de Gardel, Gilda, Rodrigo o el Gauchito Gil. No es casual que “en lugar de conmemorar nacimientos, solemos recordar siempre las muertes”.
Las repatriaciones de cadáveres (hasta el de Jorge Luis Borges intentó ser sacudido), la profanaciones de tumbas, la adhesión masiva a ciertos funerales (los de Hipólito Yrigoyen, Gardel, Eva y Juan Perón, Ringo Bonavena, Alberto Olmedo y Carlos Monzón, entre tantos otros), los desaparecidos y las exhumaciones en su búsqueda y todo lo que conforma ese espiral de la cultura necrómana nacional.
La foto que ilustra esta entrada es de el cementerio de La recoleta, por Así es la vida. Allá, muchos ataúdes están expuestos y los gatos se pasean entre los nichos.
De lo anterior me acordé cuando leí que ataúdes con los restos mortales de Juan José Gerardi y Próspero Penados fueron exhumados y se hallan expuestos en la Catedral Metroponlitana donde volverán a ser sepultados este viernes. Ambos obispos fueron exhumandos de las criptas de la parte trasera del templo y ahora estarán más al alcance de los visitantes. Puede ser que en este acto haya algo de la necromanía decimonónica chapina y algo de la necromanía argentina, así como la expresión de una tradicional afición a la posesión, exhibición y veneración de cuerpos y partes de cuerpos a modo de reliquias. Sospecho, que además, exposición de Gerardi tiene un toque político dadas las circunstancias de su asesinato y los acontecimientos recientes en la historia política y judicial de Guatemala. La exhibición de Gerardi, y su recuerdo, son un buen instrumento de propaganda.
“Sospecho, que además, exposición de Gerardi tiene un toque político dadas las circunstancias de su asesinato y los acontecimientos recientes en la historia política y judicial de Guatemala”. ¡Bingo!