A todos los que tomábamos agua directamente de la manguera, o del chorro en el jardín; a todos los que pasábamos las mañanas barranqueando y a todos los que sabíamos que lo que no mata, engorda, ya sospechábamos lo que descubrió un estudio del Bringham and Women´s Hospital: un poco de exposición a gérmenes, eleva la inmunidad de los niños.
Una vez alguien me contó que, para el ejército de Alejando Magno, todo aquello que no hubiera estado tirado en el suelo por más de 18 días era comestible…ja ja; pero sin llegar a esos extremos, supongo que la sobreprotección -incluso la que no llega a producir niños burbuja– es perjudicial y deja a los críos si defensas.
Hace años, cuando me fuí a vivir fuera de la ciudad de Guatemala -a La Antigua- una de las primeras cosas que hice fue beber agua directamente del chorro, basado en la hipótesis (sin ningún fundamento científico) de que debía inmunizarme pronto contra las bacterias locales. Ahora, este estudio podría probar que no andaba tan perdido…aunque ya no era un niño.