La UFM no es sólo madre nutricia, es madre cariñosa

Mi Alma Mater, la Universidad Francisco Marroquín, celebra 40 años de cumplir con su misión de enseñar y difundir los principios éticos, jurídicos y económicos de una sociedad de personas libres y responsables.  ¡Y vaya si no la ha hecho realidad!

En 2004 mi maestro Julio César De León Barbero contó que Alma Mater es una expresión que los romanos usaban para referirese a Ceres, la diosa griega de la agricultura.   En la cultura greco/latina se creía que la abundancia de frutos y creales, durante el tiempo de la cosecha, era consecuencia del encuentro anual de Ceres con su hija perdida.  En ese contexto, Alma viene no del  sustantivo Animam; sino del adjetivo Animus, que nutre o que alimenta.  Y por eso es que aquel nombre se le aplica a la nueva Ceres, la Universidad, que como madre nutricia les ofrece, a quienes pasan por sus aulas, los majores frutos de la ciencia, la tecnología y las artes.  Y les toca, a cada quien, aprovechar, o desperdiciar semejantes ofrecimientos.

Cuento esta historia porque a lo largo de cuatro décadas, la UFM, como madre nutricia, les ha ofrecido a los guatemaltecos (y al mundo hispanoablante) no sólo los mejores frutos de las ciencias, la tecnología y las artes; sino los de la filosofía, y los de la filosofía de la libertad.  Y como una buena compañía en el camino es más preciada que un carruaje,  aquellos que hemos pasado por la UFM no sólo hemos recibido aquellos frutos, sino que los hemos disfrutado en compañía de personajes monumentales como Manuel F. Ayau, y Giancarlo Ibárgüen S., entre docenas de profesores y condiscípulos admirables.

¿Cómo conocí a la Universidad Francisco Marroquín?  Cuando estaba en Primero básico, allá por 1974, don Benjamín era mi profesor de Estudios Sociales; y cuando estudiábamos la Constitución de la República llegamos a la parte correspondiente a la Universidad estatal.  En esa parte, don Mincho explicó que una de las funciones de aquella era asimilar a los profesionales de las universidades privadas que fracasaran, como seguramente ocurriría con los de la recién creada UFM.   Así es como eran las cosas, la UFM nació en un ambiente hostil y se ganó el lugar prestigioso que ocupa ahora, como consecuencia de su compromiso con la excelencia, su persistencia y su lealtad a su misión; dándole a Guatemala profesionales altamente valorados, nutridos en un ambiente de libertad y de genuina búsqueda de la verdad.

La UFM no sólo es una madre nutricia, sino una madre cariñosa; y todos los días que vengo a trabajar al campus me atraen su cariño, y la dicha de poder compartir, con todo este equipazo, la oportunidad de enseñar y difundir los principios éticos, jurídicos y económicos de una sociedad de personas libres y responsables.  Y, ¿por qué? Porque solo una sociedad así puede contribuir a mejorar la condición humana.

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