El Congreso del Partido Comunista, en Cuba, aprobó un amplio conjunto de reformas para fortalecer el socialismo…(escúchese un rechinido); sólo que esas reformas le otorgarán al sector privado un protagonismo sin precedentes; le permitirán a la gente que no es parte de la nomeklatura comprar vivienda y automóvil propios e incluso les permitirá a los agricultores tener derechos de propiedad más definidos.
El estado socialista se encamina hacia la descentralización y ha tenido que reconocer que no puede seguir cargando con empleos improductivos. Se perfila una apertura para el trabajo privado, para las pequeñas empresas particulares y para más inversión extranjera.
La gerontocracia socialista de la isla, sin embargo, no piensa dejar el poder y está comprando tiempo; y hace énfasis en conceptos como el órden, la disciplina y las exigencias revolucionarias. No renunciaremos a hacer los cambios que hagan falta, los efectuaremos al ritmo que demanden las circunstancias objetivas y siempre con el apoyo y comprensión de la ciudadanía, sin poner nunca en riesgo nuestra arma más poderosa: la unidad de la nación en torno a la Revolución y sus programas, dijo Raúl Castro.
Lo que a mi no deja de sacarme una sonrisa es que aquella ardorosa defensa del socialismo revolucionario (que tanto admiran algunos chapines) pasa por reformas que no hacen más socialista al socialismo; sino que se parecen más a prácticas propias de todo lo opuesto. Al socialismo real se le acabó la cuerda porque, ¿qué socialista y revolucionaria va a ser la propiedad privada? ¿Qué socialista y revolucionaria va a ser la descentralización? ¿Qué socialistas y revolucionarios van a ser el trabajo privado y las empresas privadas?
Mientras que aquí los remamentes de la guerra de los 36 años todavía usan las playeras del Che Guevara que ya ni les quedan por lo panzones que están; y mientras que aquí los exguerrilleros recitan como loros las consignas sesenteras y setenteras del régimen que se desvanece, allá sus inspiradores se aferran al poder, por el poder mismo, y abandonan, tan rápido como se puede, las políticas empobrecedoras que tanto les recomendaron a otros.
En referencia a que en Cincinatti las noticias llegaban tarde y las novedades ocurrían muchos años después de lo que ocurrían en las grandes urbes, Mark Twain escribió algo así como que cuando fuera el fin del mundo, a él le gustaría estar en aquella ciudad…porque ahí las cosas ocurrían diez años después. Aveces, Guatemala se parece a la Cincinatti de Twain; y ojalá que los socialistas chapines no aprendan -con diez años de atraso- las lecciones que ahora les están dando sus colegas de la Perla de las Antillas. El problema es que, quienes pagan por la arrogancia y el ansia de poder de los socialistas, son los más pobres, los más vulnerables y los más necesitados.
En las mentes de esos panzones remanentes de la “guerra” no están precisamente los más pobres, los más vulnerables o los más necesitados; en sus mentes está la posibilidad de tener “su oportunidad” de emular a los dinosaurios isleños y poder ellos, aquí, gozar de las prerrogativas de una nomeklatura chapina. Y el mercado es ideal pues hay muchos clientes potenciales a quienes les animan los regalos: Q300/mes, tierras y otros.