A mí siempre me causa alegría encontrarme con un palo de hule. Vaya usted a saber por qué; y, por supuesto, no puedo resistir la tentación de hacer cortes en él y extraer la savia blanca y de producir, con mis dedos, un poquito de aquella sustancia que conocemos con el nombre de hule.
Se dice que, cuando alguien es ignorante, cree que la Luna es de queso y que Marte es de hule. Haciéndo el gesto de poner la mano extendida a cierta distancia de la boca, y diciendo: Así tenía el hule; quien lo dice da a entender que el aludido estaba trompudo o enojado. El hule, también es sinónimo de condón, en referencia al látex. Cuando se dice que un bar es de esos en los que hay limones colgados con hules canches, a lo que se refiere es a un bar cutre en el supuesto de que, antaño, en aquel tipo de lugares y sobre cada mesa se colgaba una rodaja de limón del cual chupaban los parroquianos luego de echarse un trago; y el hule permitía la circulación del pedazo de cítrico. Soy de hule y me rebota, soy de espejo y me reflejo, solía decir uno, en el colegio, cuando uno quería dejar claro que algo no le importaba, o no lo afectaba.
Se cuenta que el primer europeo que llevó hule a Europa, a Portugal específicamente, fue acusado de brujería, de modo que aquella sustancia y sus aportes a la civilización son un monumento contra el misticismo, la ignorancia y la irracionalidad.
Casi llegando a Coatepeque, por ahí por el cruce a Flores Costa Cuca, hay una gran plantación de hule que a mí me emboba. No se por qué, aquellos árboles altos y delgados, bien alineados y ligeramente inclinados me llaman mucho la atención. Y la primera vez que vi palos de hule, en mi vida, fue allá por 1975 cuando fui por primera vez a Tikal, en una excursión del colegio.