Cada uno de los
19 asesinados diarios, que hay en Guatemala, tiene cónyuge, hijos, padres, sobrinos y/o amigos. Cada uno de esos 19 asesinados diarios le duelen a la víctima, y le duelen a alguien. Cada uno de esos 19 asesinados diarios debería ser
nuestro. Porque a esa velocidad, el día llegará en que no haya familia chapina alguna que no haya guardado luto porque alguien cercano a ella fue acribillado, o fue apuñalado. Aveces por robarle un simple teléfono, aveces por robarle su auto, aveces por la guerra contra las drogas, y no faltará quien sea asesinado por equivocación; pero siempre, siempre, siempre, porque es posible, porque generalmente esos actos quedan impunes, y porque las supuestas autoridades encargadas de proveer seguridad y justicia son una caterva de ineptos e irresponsables. De hecho, ¿qué es lo que se le ocurrió decir, al respecto, al Presidente? Que
tenemos que aguantarnos.
Ayer le tocó el turno a Gilda Pappa de Meza, que fue compañera mía en la universidad y de quien no tengo más que buenos recuerdos aunque tuviera añales de no verla. En la carpa amarilla que hacía de cafetería; frente a la Biblioteca; en algún corredor antes, o después de entrar a clases siempre era agradable encontrarse con La Papuchis. Y el viernes, que yo iba al supermercado, me tocó pasar cerca del lugar donde fue asesinada; y ¡Carajo!, ¿cómo se le puede pedir a las víctimas de la delincuencia y de la impunidad que se aguanten?
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This entry was posted on lunes, octubre 4th, 2010 at 12:59 am and is filed under delincuencia.
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Mi mamá estudió en el colegio con Gilda y no tenía palabras para describir el desconsuelo que sentía. Y es que, cuando asesinan cruelmente a una persona no hay palabras para describir el dolor y la desesperanza. A mí, me duele muchísimo saber que nuestro valor como seres humanos se ha reducido al precio de venta en el mercado negro de un celular o de un carro… al final del día, ya no me quedan ganas para sonreír en este país.