El CACIF tiene oportunidad de oro

El presidente Alvaro San Nicolás Colom le pidió a la dirigencia del sector empresarial que formule una opción para el paquetazo tributario que quiere su administración. Esta solicitud le da al Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras una oportunidad de esas que pintan calvas.
Esta es la oportunidad para que, de una vez por todas, sean eliminados del presupuesto de egresos todos los privilegios, prebendas y canonjías. Todo gasto que sirva para atender las demandas de algún grupo en particular. Todo desperdicio, y toda fuente de arbitrariedad. Toda partida que no sea de verdad necesaria para el bien común, que es el bien de todos, y no sólo de la mayoría, y menos el de la minoría.
Con respecto al presupuesto de ingresos, y específicamente en cuanto al sistema impositivo, la primera pregunta que debe responderse el CACIF al hacer la propuesta es: ¿Qué queremos con estos impuestos?
Si la respuesta es obtener los recursos necesarios para enfrentar el costo de tener gobierno, lo que cabe meditar aquí es que esos recursos impositivos sólo pueden ser conseguidos si se obliga a los tributarios a renunciar a bienes y servicios que desean o necesitan, para destinar ese dinero a las exigencias del presupuesto del estado. Por eso es que los impuestos son una carga para los tributarios y por eso es que el costo de tener gobierno pesa sobre ellos.
El sistema impositivo, pues, no debe ser muy cargante para los tributarios; debe ser eficiente para cubrir el costo de tener gobierno; y debe ser sostenible. Para ello es útil tener en cuenta cuatro principios en cuanto a las características del sistema.
1. La neutralidad es uno de esos principios y se refiere a que los impuestos no deben crear ventajas, ni desventajas para actividad económica alguna de modo que los impuestos deben pesar sobre todas las actividades y todos los actores por igual, sin distinción alguna. Si va a haber impuestos, todos y todo debe pagarlos. Esto es para no afectar la manera en la que las personas valoran las cosas y evitar la asignación antieconómica de los recursos.
2. La simpleza es otro de los principios. La gente debe poder entender qué es un impuesto, por qué es que lo está pagando, cómo lo debe calcular y cómo lo debe pagar. Esto facilita la recaudación y la fiscalización y reduce la rentabilidad de la evasión.
3. La eficiencia en el largo plazo es el tercer principio y tiene que ver con la sostenibilidad. Si el sistema grava la formación de capital, obstaculiza las oportunidades de progreso y debilita la economía. Como sin inversión no hay más y mejores bienes y servicios, y tampoco hay más y mejores empleos, se dispara en el pié quien promueve un sistema impositivo que corroa la formación de capital.
4. Finalmente, el cuarto principio es que los impuestos sean limitados. Si los impuestos son demasiado elevados, no sólo frenan el crecimiento y resultan en una recaudación menor; sino que puede que los tributarios encuentren que es más rentable evadirlos. Lo cual, claro, resulta en una recaudación menor. Más, muchas veces es menos. Para el fisco es más rentable una base impositiva grande y creciente que con tasas bajas produzca suficiente para cubrir el costo de tener gobierno; que tener una base pequeña y estancada que con tasas altas sea costosa de administrar, induzca a los tributarios a evadir y encima no produzca lo necesario ni siquiera para seguridad y justicia.
Mi fuente principal y favorita para estas meditaciones es Fritz Thomas. IVA, Impuesto sobre el valor agregado y otras consideraciones a los impuestos. CIEN, Guatemala, 1983. Este es un librito altamente recomendable para comprender la naturaleza de los impuestos y sus efectos.

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