¡Cosa ma grande e la vida, chico!, era una frase característica de José Candelario Tres Patines en el programa cubano La tremenda corte, que seguramente alguno de los lectores recordará con cierto cariño.
De ese programa me acordé cuando leí las explicaciones que Alvaro San Nicolás Colom dió acerca de su lastimoso viaje a La Perla de las Antillas en busca de una foto con Fidel Castro.
Y en ese mismo contexto, pero desde otra perspectiva muy distinta, pensé que qué cosa más grande es la vida al leer que el embajador guatemalteco Carlos Urrutia devolverá su insignia de la Orden del Quetzal. “En mis escritos he aplaudido el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Guatemala y la Perla de las Antillas, y he abogado por el fin de las medidas coercitivas impuestas al régimen castrista —unilateralmente— por el Gobierno de Estados Unidos, pero de eso a aprobar la concesión de nuestra máxima presea a quien ha gobernado Cuba por medio siglo, ciertamente en forma dictatorial, hay un gran abismo”, explica Urrutia al anunciar que devolverá la Gran Cruz que recibió en 1961.
Curiosamente, el lunes pasado y con unos amigos, comentábamos que sería interesante saber si alguno de los que ha recibido la Orden del Quetzal tendría la dignidad suficiente como para devolverla si estaba en desacuerdo con su entrega a un tirano. Pues bien…aquí hay uno: El embajador Carlos Urrutia, cuya bonhomía confirma que la vida es una cosa grande.
Mi admiración y respeto para el embajador Carlos Urrutia por su muestra de dignidad y auto estima. Enhorabuena.
En la blogosfera y en la prensa hay muchas opiniones en contra de las disculpas que pidió Colom. Dejenme decirles que ese siempre ha sido un episodio que me ha avergonzado como guatemalteco, haber sido prestado nuestro pais a los gringos, portandonos como todos unos lacayos. Para que quede constancia, habemos guatemaltecos que apoyamos el haber pedido disculpas a Cuba.