Continúa la ofensiva de prensa contra la adopción. Hoy vemos un reportaje en el que se denuncia que los centros de cuidado de niños del Estado están saturados; y que los centros privados no quieren más niños “porque ya no es rentable”. Esta nota agita la bandera del negocio de cuidar niños y darlos en adopción, y critica a los hogares privados. Lo curioso es que los jueces enviarán a los niños que ya nadie está adoptando a casas de familias. Entonces, estas familias, ¿recibirán a los niños así porque sí? ¿No recibirán dinero a cambio? Digamos, para su alimentación y para medicinas, por ejemplo. Esas familias, ¿no cobrarán, aunque sea unos lenes, por el trabajo de cuidar niños ajenos? Si así fuere…una vez más aparece el lucro al que tanto le temen los burócratas y los enemigos de la adopción.
Otro reportaje llama la atención desde otro punto de vista, aunque también clama contra el mercado de niños. Cuando la adopción empezó a ser demonizada, en Guatemala, muchos notarios abandonaron ese tipo de casos. En consecuencia, se redujo el pool de notarios que se dedicaban a adopciones y por lo tanto, la relación entre el número de procesos de adopción por notario, aumentó. Como ocurre con otras actividades que son perseguidas -aunque no sean inmorales, o ilegales- la demonización de las adopciones marginalizaron los procesos y atrajeron a muchos notarios inescrupulosos. Esto es natural porque la mayoría de notarios decentes no quería verse involucrada innecesariamente en un asunto escandaloso. Y sólo unos pocos, audaces, quedaron del lado de los niños sin familia.
Así, se creo un círculo vicioso en el que al grito de !Ahi viene el lobo!, la noble institución de la adopción fue cayendo en manos marginales. Y de ahí, a la generalización, el chauvinismo y la corrupción, sólo hubo un paso.
Los paganos, claro, fueron los niños que no tienen hogar y podrían conseguirlo; los padres que podían darles hogar a niños que no lo tenían; y una institución social que fue estigmatizada.
Ahora hay un cuello de botella en el que el lucro cambia de manos y en el que se acusa y se señala sin que medien pruebas. Los niños se acumulan sin que nadie quiera, o pueda, hacerse cargo de ellos.