Hansel y Gretel y los impuestos

Leí un anuncio en un diario guatemalteco y me recordó el cuento de la bruja que construyó una casa de pan de jengibre y ventanas de azúcar con el propósito de atraer niños, para cebarlos para comérselos.

El anuncio dice: “Estudiantes graduandos, ¿ya tienen el tema de su seminario? Si escogen alguno relacionado con la cultura tributaria o la tributación, los invito a entrar al portal de cultura tributaria, donde encontrarán mucha información que podràn utilizar para su investigación. También impartiremos charlas y conferencias que les serán de mucha utilidad”. Luego se indica el sitio Web de la Superintencencia de Administración Tributaria y números de teléfono. Las cursivas son mías y luego verán por qué.

Hansel y Gretel eran hijos de un leñador muy pobre. Temiendo la hambruna, la mujer del leñador y madrastra de los niños, convenció al hombre para que llevara a los niños al bosque, y los perdiera allí. Hansel y Gretel escucharon el plan de su madrastra, y recogieron piedrecitas blancas, para ir dejando, a modo de rastro, que luego les indicara el camino de vuelta a casa. Una vez que logran regresar, su madrastra convence al leñador para que los pierda de nuevo; pero esta vez, los chicos sólo pudieron dejar un rastro de migas de pan. Desafortunadamente, los pájaros del bosque se comen su rastro de migas de pan y Hansel y Gretel se pierdan.

Perdidos en el bosque, encontraron una casa hecha de pan de jengibre, con ventanas de azúcar y adornada con dulces. La habitante de la casa los invitó a entrar y preparó un banquete para ellos. La mujer, sin embargo, era una bruja que había construido la casa para tentar a los niños, con el objetivo de cebarlos cebarlos y luego comerlos. La bruja encarceló a Hansel, e hizo de Gretel su sirvienta”.

El cuento toma un giro; pero ya para estas alturas usted se habrá dado cuenta de cómo es que el anuncio de la SAT se parece a la casa de pan de jengibre y al banquete de la bruja.

“Ven, bonito”, dice el anuncio entre líneas, “si vas a investigar acerca de los tributos yo (el recaudador) te voy a enseñar y a ayudar”. El anuncio habla de cultura tributaria, como se habla de cultura de paz, o de cultura de respeto. Pero con habilidad habla de tributos, en vez de hablar de impuestos ya que esta última palabra implica la violencia propia del sistema impositivo, de forma más evidente que la palabra tributos. Cual banquete de bruja, el portal ofrece información que hay que tomar con la misma cautela con la que -luego de leer la historia de Hansel y Gretel- uno probarría algo servido dentro una casa de pan de jengibre en medio del bosque.

Sugiero que antes de caer en la trampa ideológica y política que la SAT les tiende a los jóvenes, cualquier estudiante que esté interesado en el tema de los impuestos haría bien en partir de unas pocas preguntas básicas:

1. Si una persona no puede tomar por la fuerza recursos ajenos, ¿por qué es que la cultura tributaria si permite que varias personas tomen recursos de otros por la fuerza?
2. ¿Podemos darle a la administración o al gobierno, facultades que no tenemos como individuos?
3. ¿Para qué, exactamente, y a quiénes sirve el gobierno?
4. ¿Para qué sirven los impuestos?
5. ¿Cuánto cuesta tener el gobierno que tenemos?
6. ¿Puedo exigir que otros paguen mis aficiones, mis intereses, mis irresponsabilidades y mis rentas?
7. Si algo es por obligación, ¿es virtuoso?
8. Si el costo de tener gobierno no se basa en la igualdad de todos ante la ley, ¿es ético?
9. Si consiento que los frutos de mi trabajo, de mi talento y de mi tiempo sean tomados por la fuerza, desperdiciados, malgastados e incluso distribuidos entre quienes los necesitan menos que yo, ¿qué clase de persona soy?
10. El contribuyente, ¿es contribuyente?

La cultura tributaria debería servir para facilitar la convivencia social pacífica y para propiciar el bienestar; porque, ¿para qué querríamos una que perpetúe el irrespeto a los derechos individuales, el uso de la violencia y la abundancia de privilegios que caracterizan a la sociedad guatemalteca?

Una cultura impositiva que se apoya en la expoliación y en la repartición de rentas parasitarias es algo que los jóvenes guatemaltecos segurantemente necesitan tanto como Hansel y Gretel necesitaba a la bruja del cuento.

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