El correo no debe ser estatizado

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El Congreso no prorrogó la concesión del servicio postal y el correo suspendió operaciones. Allá por 1997 cuando el correo era estatal aquel servicio colapsó y varias empresas alternativas resolvieron el problema. Dichas empresas eran perseguidas por las autoridades porque no estaban autorizadas; y el gobierno actuaba como perro de hortelano, que ni comía, ni dejaba comer.

En aquel tiempo yo estudiaba en la University of Maryland y los correos privados me resolvían el problema; porque el estado era un ñaque.  Yo disfrutaba mucho de escribir las cartas, cerrar los sobres e  irlos a dejar al correo. Creo que el uso de cartas es algo que no se debería abandonar. El arte epistolar quizás debería ser cultivado; y desde hace unos años, ahora que el correo estaba concesionado, en casa retomamos la tradición de enviar tarjetas de fin de año y la gente aprecia no sólo los mensajes, sino el hecho de que llegan en sobres, con estampillas.

¿Te das cuenta de lo que ocurre ahora en el correo es la causa de que haya casos como el de TCQ?  Es decir: alguien puede prestar un servicio que es necesario y está dispuesto a hacer las inversiones que hagan falta y correr con los riesgos del negocio. Pero un grupo de políticos tiene la llave de entrada y mantiene la puerta cerrada.  El sistema perverso funciona cuando los políticos abren la puerta, y nada se hace si los políticos se rehúsan a abrirla. Normalmente la condición para abrir la puerta es una comisión que puede ser de miles de quetzales, o de millones.

Por eso es que se paran los pelos cuando grupos de interés demandan la estatización de la energía eléctrica.  Muchos todavía recordamos los apagones de seis horas que había cuando la energía estaba en manos de políticos y funcionarios; sino porque, ¡ayer mismo!, leímos los titulares que advierten sobre las maniobras de políticos y funcionarios para controlar el estatal Instituto Nacional de Energía Eléctrica, que es fuente de corrupción.  Si la totalidad de la electricidad y el correo fueran devueltos al estado y al control político, serían un botín más cuando no estuvieran colapsados…y aún si estuvieran colapsados.

Columna publicada en elPeriódico.

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