Los pasillos del Congreso hállanse atestados de representantes de la industria X. La industria atraviesa por una grave situación. Está al borde de la ruina económica. Hay que salvarla…si se la deja morir, pronto veremos los obreros en las calles. Sus caseros, tenderos, carniceros, comerciantes de tejidos y empesas de espectáculos públicos experimentarán una contracción de sus ingresos y la depresión se extenderá en círculos más amplios. Pero si gracias a la pronta intervención el Congreso, la industria X se salva, entonces, ¡Oh milagro!, adquirirá equipo de otras industrias, aumentará el número de personas empleadas, qujienes proporcionarán mayotes ingresos a los carniceros, panaderos, fabricantes, etc. y ahora la ola de prosperidad se extenderá en círculos crecientes. Este es el primer párrafo de La salvación de la industria X, el capítulo 13 de La economía en una lección, de Henry Hazlitt.
De esto me acordé cuando leí que las academias de mecanografía están en una grave situación y al borde de la ruina…bla, bla, bla. Y yo me pregunto si les corresponde al Congreso, o al Ministerio de Educación rescatar las academias de mecanografía; o si bien, a ellas -como negocios que son- les corresponde adaptarse a los nuevos tiempos y a las nuevas necesidades.
Recién vimos cómo los cafetaleros se quejan de que sus cafetales envejecieron y de que por eso no son competitivos; ahora vemos que los propietarios de academias de mecanografía se quedaron estancados en el siglo XX. ¡Que eso no sea excusa para obtener privilegios, ni para demandar que los tributarios tengan que rescatar negocios privados, como se hace con los bancos y otros! Los privilegios deben ser eliminados, no multiplicados.