18
Ago 10

En un bosque, de la China, el socialismo se perdió

El régimen de Pekín está celebrando que la economía de la China Popular haya superado a la de Japón como la segunda economía mundial, detrás de la de los Estados Unidos de América. Pero dos cosas vale la pena destacar para que conste en acta:

1. Si bien es cierto que la economía total de la China Continental superó a la de Japón, el Dragón Rojo es diez veces más poblado que el Imperio del Sol Naciente, de modo que este es diez veces más rico -por habitante- que aquel. De hecho, el producto interno per capita de China es de US$ 3,800 lo que lo sitúa en la posición 105 del mundo. China tiene unos 150 millones de habitantes en la pobreza. El PIB per capita en Japón, sin embargo, es de 6 cifras. El PIB per capita de China se parece al de El Salvador, y es un poco más alto que el de Guatemala. Por eso es que cuando uno ve películas chinas, que muestran la vida en el área rural de aquel país, tiene la impresión de que la vida es tan dura como en Huehuetenango, Sololá, Totonicapán y otras áreas parecidas.
2. Con todo y todo no se le niega el mérito a los dirigentes chinos. Nada de aquel crecimiento económico se hubiera logrado si el régimen de Pekín no hubiera abandonado el socialismo de Mao que los mantuvo en la miseria y en hambrunas casi permanentes desde 1949 hasta 1976. El desarrollo que vemos ahora sólo fue posible luego del abandono del socialismo y tras el establecimiento de políticas capitalistas.

18
Ago 10

Objetivismo y distorsiones. A Alvaro Velásquez

Hace ratos, el columnista Jorge Jacobs se refirió al fenómeno del hombre de paja y lo explicó de la siguiente forma: La falacia del hombre de paja consiste en fabricar una débil imagen del oponente, que no necesariamente refleje sus argumentos pero que por lo menos se le parezca en algo, para luego atacar y desprestigiar esa imagen, haciendo creer a los demás que ese en realidad es el oponente. El uso de la falacia del hombre de paja es uno de los vicios del diálogo más socorridos entre muchos de los que se oponen a la filosofía de la libertad.

Por ejemplo: el 5 de agosto pasado, el columnista Alvaro Velásquez hizo uso de ella en su artículo La utopía randiana en la que caricaturizó la filosofía objetivista, de Ayn Rand, para criticarla por lo que no es, ni dice.

Según Velásquez que lo que él llama rand-ismo es una doctrina económica. Empero, lo que Ayn Rand llamó Objetivismo no es una doctrina económica, sino una filosofía con componentes metafísicos, epistemológicos, éticos, políticos y estéticos. Limitarla sólo a la economía –como una supuesta ala radical del liberalismo económico clásico– es una simplicidad que impide apreciarla en su justa dimensión.

Luego, el autor trata de ningunear al pensamiento liberal y al objetivismo acusándolos de jóvenes. Cómo si fuera válido agitar así una falacia ad verecundiam que, encima, hasta es bien fácil desvirtuar si se toma en cuenta que, así como la tradición del pensamiento colectivista tiene sus raíces en Platón, la individualista los tiene en Aristóteles. Y claro que el pensamiento del segundo es más nuevo que le del primero; pero eso no es argumento de nada. Una idea y una filosofía, no son peores, ni mejores, porque sean nuevas, o viejas.

Hablando de Aristóteles, Velásquez descontextualiza el concepto objetivista de egoísmo racional y hasta se atreve a decir que Rand desprecia la fraternidad; para hacer ver como si el individualismo extremo fuera algo malo. Pero, ¿qué es el individualismo extremo? El individualismo es la corriente filosófica que sostiene que las personas poseen derechos inalienables que no le pueden ser arrebatados por otras personas, ni tampoco por cualquier número, grupo o conjunto de personas. Por lo tanto, cada hombre existe por su propio derecho y para sí mismo, no para el grupo. Y para apreciar mejor la importancia del individualismo –y por qué es bueno que sea extremo- vale la pena compararlo con la corriente que se le opone, que es la del colectivismo. Este sostiene que las personas no tienen derechos; que su trabajo, su cuerpo y su personalidad le pertenecen al grupo y que este puede hacer con las personas lo que les plazca, en la forma que quiera, por cualquier motivo que el grupo haya decidido que es su propio bien. Por consiguiente, cada hombre existe sólo con el permiso del grupo, y en beneficio del grupo.

Velásquez dice que el Rand desprecia la fraternidad; pero, ¿qué puede ser más radicalmente fraternal ¡y benévola!, que una filosofía radical que excluye radicalmente la posibilidad de que unas personas puedan usar a otras y que considera moralmente bueno que todas y cada una de las personas –sin distingo alguno– puedan perseguir sus propios fines pacíficos? Maligna y antifraternal es una filosofía que anula los derechos individuales y sanciona la posibilidad de que unas personas puedan usar y sacrificar a otras.

El egoísmo racional de Rand es, pues, lo que Aristóteles llama phronēsis; que no es más que el uso de la razón para identificar lo que es bueno y lo que es malo para uno, con el fin de elegir lo bueno y evitar lo malo. Una persona ejerce el egoísmo racional cuando actúa con prudencia, que le dicen. Cuando un padre le dice a su hijo que se cuide, lo que le aconseja es que actúe de forma prudente, que lo haga de acuerdo con el egoísmo racional.

Finalmente, en La rebelión de Atlas, Rand no propone una utopía platónica. Primero, porque una utopía es un plan irrealizable; y segundo, porque la filosofía Objetivista tiene sus raíces en Aristóteles, no en Platón. Lo que Rand propone, en su novela es una república; tan realizable, como la que fue constituida en 1787 en Filadelfia.

Gracias a mi amigo, Warren, por la pista y por sus ideas que usé para esta entrada.