23
Sep 08

No hizo falta una ley

La gente es más lista de lo que los legisladores creen; y gracias a Wicho, he aquí un ejemplo: “Los guatemaltecos ven con otros ojos la factura de consumo de energía eléctrica y optan por sustituir los tradicionales focos incandescentes, o lámparas, por bulbos ahorradores, con lo cual propician un mercado que apenas empieza a ver la luz”.

No hicieron falta Consejos Nacionales para el Ahorro de Energía, ni hizo falta una Ley de Racionalización del Consumo Energético. No hicieron falta reglamentos, ni cuotas, ni nada. Como la gente sabe, el mercado sabe. ¿Qué hacemos los chapines cuando suben los costos de las cosas? Priorizamos, elegimos, cambiamos.

No sólo ocurre el ahorro que aprovechan los que ahorran; sino que, con el cambio en los hábitos de los ahorradores, nuevas personas “ven la luz”. ¡Así es el mercado!


23
Sep 08

La obligación de leer y la de disfrutar de la lectura

La hemorragia es el flujo de sangre incontrolado, fuera de su continente normal que es el sistema cardiovascular. Así, la legislorragia es el flujo incontrolado de normativas y reglamentaciones, más allá de las leyes propiamente dichas. La palabra viene de legis o leyes; y ragia o flujo violento.

Las leyes, propiamente dichas, son generales y abstractas, contrario a las normativas y reglamentaciones, que son particulares y específicas, aveces hasta con nombre y apellido, y generalmente excluyentes. Las leyes no fijan fines u objetivos, las normativas y las reglamentaciones sí.

Un ejemplo de legislorragia es la Ley de fomento para la lectura y la comprensión lectora, opus del diputado Roberto Villate y compañeros.

La exposición de motivos está plagada de una erudición pomposa, arrogante, decimonónica y pretenciosa en la que se hace alusión a la Biblioteca de Alejandría, y en la que se hace uso de frases como que “el libro acompañará al hombre hasta el último día de su vida sobre la tierra. Sencillamente porque ha sido la más alta representación de la presencia del hombre en el universo”; o como que “una lectura disfrutada con riqueza y plenitud es la conquista más plena que puede hacer un hombre en su vida”; o como esta otra: “la lectura debe causarnos placer”.

Reconozco que la lectura es un placer, al menos para mí; pero nunca me atrevería a legislar basado en que la lectura debe ser un placer. La riqueza y plenitud de una buena lectura son maravillosas, al menos para mí y para mucha gente que conozco; pero…¿se atrevería usted a legislar basado en que esa es la conquista más plena que puede hacer un hombre en su vida? ¿No es eso como imponer los valores de uno, en otros? ¿No eso, arrogancia pura?

A mí me place mucho leer, y de alguna manera puedo decir que me gano la vida gracias a lo que leo (y a lo que escribo) y ciertamente que la mejor herencia que me dejó mi abuela fue aquel amor por la lectura; pero, ¿tengo derecho a exigir que sea igual para los demás? Creo que no. Creo que es tan arrogante, como alguien que se quejara de que “la gente prefiere comprar teléfonos móviles, en vez de libros”, como si la gente fuera menos, porque tiene otras necesidades, o porque goza de otros placeres.

Es snob pretender que la gente es menos porque su conquista más plena es algo que nosotros no apreciamos, o porque encuentra placer en gozos que nosotros despreciamos.

La norma parece buena; pero en el fondo es perversa porque pretende cambiar a la gente a fuerza de legislación. Eso es maligno y propio de las mentalidades totalitarias. Ya lo dijo Hannah Arendt: “A lo que aspiran las ideas totalitarias no es a transformar el mundo exterior o a transmutar revolucionariamente la sociedad, sino a transformar la propia naturaleza humana”.

La norma en cuestión pretende crear Consejos para el Fomento de la Lectura, que “establecerán los tipos de lectura que convengan” a los estudiantes. O sea que se leerá lo que manden los sabios de los consejos. Y todo lo que interese a los chicos, será excluido. ¡Ah, chispas! Si así hubiera sido conmigo, yo nunca hubiera conocido muchos de los autores que influyeron y enriquecieron mi vida.

La norma manda a establecer una hora de lectura que deberá ser coordinada a lo largo y lo ancho de todo el sistema educativo. Pretende que en cada aula (de esas que no tienen escritorios, ni pizarrones, ni nada) haya un rincón revistas, obras literarias, periódicos, libros de lectura, bibliotecas de la paz y demás. Esto último da un poco de risa (en medio de lo absurdo) porque, eso de los periódicos, ¿habrá una suscripción a cada diario nacional por aula, o una por escuela? Los chicos, ¿leerán diarios del día, o diarios viejos? ¿Serán diarios nacionales, o extranjeros, o ambos?

La norma pretende que los estudiantes del Ciclo Básico lean por lo menos cinco libros durante el ciclo escolar. Y la pregunta aquí es que esos cinco libros, son adicionales a los que ya hay que leer de acuerdo con los curricula existentes? Y si no lo son, ¿de qué sirve esta disposición en particular?

Repito que no me opongo a la lectura (lo cual es necesario aclarar para anticiparme a los chillarán que sí); repito que considero que la lectura enriquece y da placer (lo cual es necesario aclarar para anticiparme a los que no saben que soy un eudaimonista, un hedonista y un epicureo). Lo que no se vale es usar la ley para imponer valores, ni placeres, ni nada. No se vale usar la ley para imponer que la lectura sea comprendida. No se vale usar la curul para contribuir a la legislorragia. No se vale usar la facultad legislativa para normar y reglamentar hasta si uno debe disfrutar de los libros, o no.


23
Sep 08

¿Quién dice que los chapines no comprenden?

Vea usted lo que dicen hoy, Gilmar Castro y Ana Oliva:

“Cuando era candidato, Álvaro Colom dijo que viajaría a la provincia, pero no fue así, pues hubiera visto que las carreteras están hechas un desastre y que vivimos en un atraso cada vez más preocupante. ¿Hasta cuándo devolverán todo el dinero que se han robado? ¿Hasta cuándo estarán satisfechos? No más corrupción, por favor”.

“Es el colmo que el Gobierno quiera incrementar los impuestos, cuando el Congreso derrocha parte de su presupuesto, y el resto se lo roban, como los Q82 millones. ¿Por qué no utilizar ese dinero para el presupuesto del próximo año? Una persona que roba dinero tiene que reponerlo; lo mismo tendrían que hacer los ladrones de la patria, y no sacarnos más dinero, si apenas nos alcanza para el gasto”.